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La disputa por el maíz transgénico en México, una pugna innecesaria sin sustento científico

“Sin maíz no hay país” y otros postulados ideológicos del gobierno federal han incumplido los acuerdos que esta misma administración aceptó para firmar el T-MEC. Respecto al tema alimentario, la autollamada 4T estableció medidas para detener unilateralmente la importación de maíz amarillo bajo el argumento de que por ser un cultivo transgénico, es peligroso para el consumo humano, además de que priva a millones de mexicanos de consumir maíz blanco mexicano, cultivado casi artesanalmente.

Este planteamiento ha metido al gobierno de México en un berenjenal con sus socios comerciales, quienes simplemente piden evidencia científica (que no existe) de que el maíz transgénico es peligroso para la salud. Pero además, la parte ideológica también se ha utilizado para encubrir cómo opera la industria del maíz y la importancia de ambas variedades para la industria agroalimentaria.

Así como una serie de contradicciones del propio gobierno mexicano, sobre los mismos preceptos que ha postulado.

Por ejemplo, en el mes de junio decidió eliminar los aranceles a la importación de maíz blanco harinero como parte de sus medidas contra la inflación. Una medida que no tuvo impacto en el precio de estos productos, principalmente las tortillas, además de abrirle una oportunidad a los industriales para la importación de este grano transgénico procedente de Sudáfrica. Ante este fracaso, el gobierno volvió a aplicar el arancel del 50 por ciento a la importación de maíz blanco harinero del 30 de junio al 31 de diciembre de este año.

La medida aplica a todo el maíz blanco importado, sin importar que el T-MEC establece condiciones especiales para los socios del acuerdo: Estados Unidos y Canadá, agravando la controversia interpuesta por estos países contra México, por sus decisiones sobre la industria del maíz.

Esto, luego que en abril pasado los industriales compraron 118 000 toneladas de maíz blanco, un “volumen récord” procedente de Sudáfrica, contra las 80 000 toneladas que se importaron en 2022, de acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).

El Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) debería verificar que todo el maíz blanco que ingresa al país no sea transgénico, y “el certificado fitosanitario de origen debería indicar si es transgénico o no”.

Pero, ¿por qué se adquirió este volumen en importación de un producto en el que México es autosuficiente?: ante la prohibición de importar maíz amarillo estadounidense, que no debería tener aranceles, los industriales optaron por otras alternativas.

Si bien en México se cultivan 24 millones de toneladas de maíz blanco, un volumen suficiente para la demanda en el país (14 millones de toneladas) para todas las tortillas que se consumen cada año, 300 millones de tortillas diarias. Mientras que el maíz amarillo también tiene su propio mercado y es igual de importante: alimento para el ganado, producción de aceites y jarabes para productos industrializados y una pequeña parte, también para consumo humano.

Mientras que el gobierno federal establece que: “Las grandes empresas compradoras de grano, tienen inventarios y pretenden importar grano barato, lo que es dumping y castiga a nuestros productores. La medida de aranceles protege a los productores mexicanos. Distribuir grano o harina transgénica es indebido y lo prohíbe el Decreto presidencial. Ante todo, primero está velar por la salud de la población y los productores de maíz, proteger nuestras variedades nativas de contaminación transgénica…”

Fotografía: pxhere.com

Fuente: Agro2000

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