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Fertilizantes orgánicos; la hora crítica

Las consecuencias alarmantes del cambio climático son cada día más evidentes, aunque persiste la cerrazón de algunos detractores, sus efectos son contundentes y se manifiestan en todos los países: incendios forestales, altas temperaturas, sequías, heladas, nevadas, inundaciones, vendavales, tornados y huracanes de intensidad récord; las estaciones y ciclos de vida totalmente alterados.

Este contexto está generando diversas amenazas tanto para la economía globalizada como para la propia supervivencia humana. Sin duda, una de las más cruciales es la que afecta a las actividades agrícolas.

El campo, los cultivos y la producción de alimentos están bajo constante amenaza ya sea por la escasez o exceso de lluvias, erosión, desertificación, declinación y degradación de los suelos además del impacto negativo por el uso de fertilizantes e insecticidas químicos a gran escala; lo que de paso arrasa y devasta el medio ambiente, así como genera el desperdicio y contaminación de enormes cantidades de agua.

Si crees que eso no te afecta, te llevarías un muy desagradable susto si supieras la cantidad de metales pesados, materia orgánica, desperdicios, contaminantes químicos y otras sustancias nocivas que se encuentran presentes en todo lo que comes, bebes, respiras y consumes. No importa si eres vegano, orgánico o de libre desarrollo; sin distinción de país o nivel ingreso, casi nadie está a salvo de ello.

Desde hace tiempo muchas organizaciones y científicos especializados lo habían advertido: detrás del origen de muchas enfermedades, problemas crónicos de salud, polución, degradación ambiental, infecciones y diversos tipos de cáncer están los abonos y pesticidas sintéticos.

Aunado a los retos del Covid19, crisis de abastecimiento, recuperación económica, una población siempre creciente y en demanda constante de alimentos, la demanda y precio de los fertilizantes tradicionales han desbordado todas las expectativas y tienen en jaque a todo el mundo.

Los especialistas calculan que a nivel mundial los costos de la producción agrícola se han desbordado hasta cerca de un 250% en promedio durante los últimos 2 años, sacudiendo a los mercados ante un posible aumento generalizado del costo de la vida y una potencial crisis alimentaria.

Si a esto se le agregan los impactos del medio ambiente (inundaciones, sequia, etc.), seguros, transporte, logística y almacenamiento, pónganse a temblar.

Los compromisos de la reciente COP 26 son claros y terminantes: esta es una hora crucial para la supervivencia humana, no se trata de retórica o discurso sino de una realidad en la que nos está cargando el payaso.

Parece que era necesario llegar a un punto tan crítico, insostenible y apremiante para obligar a los cambios adecuados en la dirección correcta: transformar toda la industria alimentaria desde la base de los conceptos sustentables.

No solamente se trata de fertilizantes orgánicos, el viraje necesario incluye el uso de tecnologías de ultima generación para el tratamiento, conservación y uso del agua; eliminación de sustancias nocivas además de terminar con la corrupción gubernamental y su alianza con las grandes empresas químicas.

Empresas, universidades, ingenieros agrícolas, científicos y especialistas se han sumado al reto de darle al campo una nueva oportunidad; innovadoras formas de preservación del agua, reciclaje, tratamiento y mejora.

Los mejoradores de cultivos se han transformado logrando cambios a nivel de nano partículas (micrones), lo que facilita para plantas y animales el transporte y aprovechamiento de nutrientes, dando como resultado ganancias significativas en su rendimiento.

Por ejemplo, hoy es posible usar la fuerza de la ionización magnética sin consumo de energía para darle al agua una mayor calidad y que pueda ser aprovechada de mejor manera por plantas y animales.

En el caso de los abonos, el enfoque consiste en el suministro efectivo de calcio y silicio a las plantas; lo que aumenta la actividad fotosintética seguida de una mejor utilización de CO2 y producción de metabolitos primarios y secundarios.

Esto evita la dispersión de materiales nocivos en el aire, agua y suelos además de que proporciona una mejora en los rendimientos de plantas, frutas, flores, semillas y cultivos, al tiempo que aumenta la resistencia de las plantas al estrés ambiental.

En algunas cosechas es posible lograr un 200% de aumento en producción con un ahorro del 20% en energía por bombeo, una reducción del 25 al 30% en el consumo de agua; libre de mantenimiento, sin efectos colaterales indeseables, libre de metales pesados, pesticidas y con un con mayor calidad de nutrientes.

Mayor peso, mejor sabor, más proteínas, vitaminas y una vida más prolongada en el anaquel son posibles gracias al uso de materiales 100% orgánicos, potenciadores y detonadores naturales del crecimiento de las plantas.

Al consumidor es posible proveerle de alimentos libres de contaminación lo que impacta en la calidad de vida, salud y desarrollo de la población.

Las empresas más importantes del sector agrícola ahora buscan focalizarse en mercados como el mexicano y en general en toda la región latinoamericana por los enormes retos que presenta y por que será una de las más afectadas por esta crisis.

Nuestro país tiene una enorme oportunidad si es que puede conjugar visión de cambio con compromiso sustentable lo que implica asumir un liderazgo competitivo y detonador de bienestar social y económico; productividad, eficiencia, mejores costos, así como grandes transformaciones industriales.

Fuente: Forbes México

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